lunes, 17 de noviembre de 2014

Las armas del maltrato


Cenicero. Móvil. Cable. Tenedor. Cigarro. Las querellas de comisaría, las sentencias de la Justicia y las palabras íntimas de las terapias están llenas de sustantivos aparentemente inocentes. Cinturón. Bandeja. Zapato. Sartén. Paraguas. Fregona. Sin embargo, son obuses de maltratador, instrumentos de su poder volando contra las mujeres, cosas culpables. ELMUNDO ha rastreado con psicólogas y abogadas de centros de recuperación un centenar de denuncias, autos judiciales y casos en los que los agresores han usado como armas los objetos cotidianos de nuestras vidas, lo que demuestra el pegamento de la violencia machista en la sociedad. Portafotos. Libro. Mesa. Mano. Llavero. Agenda. Todo es material doméstico convertido en fuego enemigo, el colmo de la indefensión de las víctimas, que pisan un territorio de minas donde creían tener un hogar.
«La casa deja de ser un lugar de seguridad», dicen las expertas que trabajan en la rehabilitación de las mujeres azotadas por fuera y por dentro. En medio de la costumbre de su ira, los violentos tiran de lo que tienen a mano o de lo que han planeado, látigos tan básicos como los dedos en la garganta o tan sofisticados como el agua fría que hiela sin dejar huella.
Percha. Toalla. Bolígrafo. Mando de la tele. Manzana. Taza. Cordón. Varios de los nombres y los lugares citados en esta investigación están cambiados por motivos de seguridad, ya que determinados casos permanecen sub júdice y en la mayoría de ellos los agresores siguen en libertad, hombres buscando venganza contra las mujeres a las que dicen haber amado.
Algunas identidades son falsas, pero todas las historias son tan ciertas como las cosas que se tocan. Vaso. Cuchillo. Jarrón. Silla. Plancha. Bote de Coca-Cola...

No hay comentarios:

Publicar un comentario